Lucas 9:10-17
INTRODUCCIÓN
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etsaida, era un lugar o una ciudad situada en la desembocadura del río Jordán al norte del lago llamado Mar de Galilea.
Su nombre significa casa de pesca. Sus alrededores eran lugares desérticos adonde Jesús y sus discípulos se dirigieron después de su primera experiencia evangelística. El evangelio de Lucas nos dice en Cáp. 9 v 10-17, como Jesús alimentó en ese lugar a cinco mil personas, después que los apóstoles regresaran de su viaje evangelístico y se reunieran con Jesús para contarle todo lo que habían experimentado
.
Seguramente Jesús, según lo consigna el evangelio, se retiró con los discípulos ya sea para analizar cada experiencia vivida por los mismos, o para profundizar esas experiencias a la luz de las enseñanzas del maestro.
O tal vez para retirarse a descansar después de sus viajes por cada comarca de las cercanías de Galilea.
El hecho concreto es que la multitud al darse cuenta de la ausencia de Jesús lo siguió hasta donde estaba con sus discípulos.
Uno puede darse cuenta de dos cosas hasta aquí.
v Por un lado la gran necesidad de la gente por ser sanados, liberados, guiados, por Jesús. De escuchar sus palabras, de sentir su toque sanador y liberador.
v Por otro lado, la necesidad de Jesús de retirarse al desierto, lugar de sus más profundas experiencias espirituales.
La necesidad que todos los grandes hombres tienen de la soledad, después de jornadas agotadoras, donde sus esfuerzos y sus luchas dejan un cansancio que reclama el silencio y la quietud.
Cualquiera de nosotros en su sano juicio dispondría una agenda que incluya el descanso y el sosiego, quizás hasta con una hotelería cómoda y confortable, donde nadie interrumpa y se nos deje tranquilo para preparar nuestros importantes asuntos. (Que nadie nos interrumpa, que nadie nos moleste).
El versículo 11 dice:
“Y cuando la gente lo supo, le siguió; y El les recibió y les hablaba
del Reino de Dios y sanaba a los que necesitaban ser curados…”
La multitud lo supo y le siguió. Esta es una actitud que nos invita a ver cual es nuestra conducta frente a Jesús en éste tiempo. El siempre está pasando por nuestra vida, El siempre está confrontándonos con nuestras necesidades más profundas.
El siempre está presente en nuestra vida cotidiana, cuando alguien nos habla de Dios, de su palabra, de su mensaje, y sin embargo no siempre estamos dispuestos a buscarlo y seguirlo aun hasta el mismo desierto, hasta el límite mismo de muestras costumbres o cultura, dejando de lado nuestras comodidades, nuestros prejuicios, o aún el temor al que dirán y buscarlo, de ésta manera, con todo nuestro ser y toda nuestra alma. Es de esa forma que podemos producir en Dios esa respuesta que estamos necesitando
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Y El les recibió…Jesús aunque se había distanciado de ellos para estar a solas con sus discípulos los vio y se conmovió y los recibió. Hay algo que tenemos que saber que ese Jesús que estaba en el desierto, ese Jesús que recibió a esa multitud, es el mismo que
ahora también está dispuesto a recibirnos, a hablarnos del reino de Dios, a sanarnos de todas nuestras enfermedades y colmar todas nuestras expectativas. Es el mismo ayer, hoy y siempre, amén.
En el versículo 12 los discípulos muestran una realidad. La gente y ellos estaban en el desierto. Si bien Lucas solo menciona la palabra desierto, los otros evangelistas, hablan de un lugar desierto, pero donde había hierba fresca y verde.Mat: 14:13 “a un lugar desierto y apartado….v19 mandó a la gente a recostarse sobre la hierba.” Mar: 8:6 “entonces mando a la multitud que se recostase en tierra.” Juan: 6:10 “y había mucha hierba en aquel lugar y se recostaron…”. No obstante verdaderamente era un desierto, despoblado y alejado de las ciudades, con todo lo que ello significa. El desierto es soledad, ausencia de lo más elemental para vivir. Puede ser un lugar indicado para un momento espiritual, un retiro momentáneo, o un camino inevitable. Pero hay desiertos que no son de arena y piedra, sino desiertos espirituales, existenciales. Y suelen ser los más áridos. Como este desierto, que si bien tenía hierba, era un lugar deshabitado, y solitario.
(Esos desiertos van con uno, muchas veces en medio de una multitud, de nuestras familias o nuestro entorno). Tiene que ver con el sentirnos incomprendidos, rechazados, marginados, por nuestra manera de ser, de hablar, de pensar. Por nuestros pecados, que algunos no saben perdonar, por nuestra vida pasada que algunos no quieren olvidar, por tantas otras cosas que hacen que otros nos aíslen. (Ese desierto es el más doloroso y triste).
Quiero decirte algo; Jesús está en nuestro desierto esperándonos, junto a otros, que como nosotros sintieron, esa soledad, y frialdad de una sociedad alienada y endurecida por la falta de amor. Por eso ese camino, Dios no quiere que lo hagamos solo. Aquí viene una multitud deseosa de tener un encuentro con el Señor, hombres y mujeres que buscan a Jesús para que los sane y los guíe a una vida rozagante y plena. Esa es la Iglesia que Cristo quiere, un pueblo que anhela a Dios y que ÉL quiere bendecir.
Unirnos a ellos es cuestión de una decisión, que tenemos que tomar. Juntos y con Cristo podemos transformar el desierto más árido en un vergel donde nuestro corazón se llene del más dulce canto primaveral.
Para todo aquel que tiene a Cristo en el corazón la primavera es inevitable.
La iglesia de Cristo es perfecta, pues El siendo la cabeza de la misma, la perfecciona por los méritos de su sangre preciosa derramada en al cruz.
Pero la iglesia es imperfecta en su humanidad, pues está formada por seres humanos, como vos y yo, seres imperfectos, débiles, pero que buscamos la perfección de Cristo, que El nos da por medio de su Espíritu Santo.
Esa imperfección se hace notar en los sucesos que siguen a continuación.
El texto en cuestión nos muestra esa debilidad en los discípulos, frente a las necesidades de la gente. Como también nos muestra el poder y la misericordia de Jesús.
El versículo 13 nos relata la preocupación de los discípulos por las necesidades de la gente, pero esa preocupación encontraba en ellos la respuesta que seres humanos tan débiles como cualquiera de nosotros podía dar.
“Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.” Cáp.9 v: 13. VRV 1960
Pero aquí podemos ver como los discípulos trataban de resolver un problema que aparentemente solo podían hacerlo con la lógica; que cada uno vaya a buscar esa comida y el alojamiento que necesitaban. Y para ello le dicen a Jesús que los despida.
Es posible pensar que los discípulos no querían acarrear con un problema, porque en realidad solo tenían comida para ellos y no podían satisfacer a la multitud.
Ahora Jesús los va a confrontar con la solución, pero no la que los discípulos pretendían sino la que Jesús les ordena: “Dadle vosotros de comer.”V 13.
¿Cómo es posible esta solución propuesta por Jesús, cuando tenían tan poco ellos mismos?
En este evangelio los discípulos le reprochan a Jesús, y le dicen que solo tenían cinco panes y dos peces o ¿pretendía que fueran ellos a comprar los alimentos?
Juan en su evangelio consigna que Jesús le preguntó a Felipe, uno de sus discípulos, “¿de dónde compraremos pan para que coman éstos?”
Muchas veces nos vamos a tener que enfrentar ante situaciones de la vida entre optar por nuestras soluciones, con nuestras limitaciones, nuestras debilidades, o mezquindades; u optar la que Dios nos propone a través de su palabra. El elegir entre una o la otra, es una opción nuestra, pero de esa elección depende el éxito de nuestros emprendimientos.
El Señor siempre va a estar dispuesto a ayudarnos, pero también va a respetar nuestra elección.
Ahora Jesús nos confronta con su propuesta, “Dadle de comer vosotros.”
De nuestra fe depende la respuesta.
En el evangelio de Juan, después que Jesús le hiciera la pregunta a Felipe, y obtuviera de éste una respuesta incierta, “todo el dinero que tenemos no alcanzaría para que cada uno coma algo”, aparece en escena Andrés, hermano de Pedro, que trae un muchacho: “que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; más ¿que es esto para tantos? C 6 V 9.
Este encuentro del niño por parte de Andrés tiene profundo significado.
En primer lugar podemos ver como Andrés lleva el niño a Jesús. Este es el comienzo de la solución. Cada vez que llevamos a alguien a Jesús, ya sea como parte de un problema, o una solución, o como parte de un plan evangelístico, estamos a la puerta de su respuesta, sea ésta para salvar a esa persona o como en este caso para bendecir a toda una multitud. El milagro estaba por comenzar.
Todo lo que había eran dos peces y cinco panes de cebada……eso era todo…cinco panes y dos peces….
Cuantas veces hemos hecho el recuento de todo lo que nos queda para seguir adelante y nos hemos encontrado con nuestra escasez, con nuestra pobreza, y eso es todo lo que tenemos….
Quizás sean nuestros recursos a la hora de comenzar un emprendimiento…cinco panes y dos peces. Quizás sea nuestra salud quebrada, nuestras fuerzas que no alcanzan…cinco panes y dos peces. Tal vez sean los pocos años que tenemos y quizás nuestra juventud parezca un inconveniente, o tal vez los muchos años que tengamos que nos digan ya no podemos….cinco panes y dos peces….o muchas otras limitaciones que no sabemos como superar, que nos inhiben y detienen.
Tal vez pensemos que nuestra capacidad no es lo suficiente para llevar adelante ese sueño de toda nuestra vida, o esa demanda que nos viene departe del Señor, y que pensamos que no es para nosotros….pensamos que lo que somos, o tenemos no alcanza….y entonces contamos y solo vemos…cinco panes y dos peces….
Entonces…es cuando Jesús habló y dijo: “Traédmelos acá…” Mat. 14:18.
Podemos imaginarnos por un momento la tensión, entre los discípulos y la gente. Pero en ese momento se escuchó la voz del Señor. “Traédmelos acá…”
Su voz debe haber resonado en el ámbito del desierto, con fuerza, potente, clara, vigorosa; pero dulce como la miel de las abejas silvestres de ese desierto, como el canto de un arroyo lejano y cristalino, como el arrullo de las palomas en el atardecer del verano.
Una voz que ordena con amor, y su orden es llamado, es invitación e inspira confianza. Por eso podemos entender porque los discípulos obedecieron y entregaron los cinco panes y los dos pececillos. Ahora todos los ojos estaban puestos en El. Todos aunque no sabían exactamente lo que iba a ocurrir, esperaban algo de Jesús, como espera el que sabe que de El va a llegar una respuesta.
Y la respuesta no se hizo esperar.
“Y tomando los cinco panes y los dos peces, levantando los ojos al cielo, los bendijo….” V 16
Oh, la bendición que tantas veces olvidamos en nuestra vida, como si no tuviéramos nada que agradecer a Dios. De El viene todo lo hermoso, lo bello que tiene esta vida. Y aunque a veces pasamos por momentos de dolor y angustia, sabemos que en ese momento El está a nuestro lado. Y El es el que nos ayuda, por su palabra, la oración de un hermano, o la ayuda de un amigo, que nunca nos faltará si en El confiamos. Pero que bueno es ser agradecidos y bendecir al Señor en todo momento. Bendecir nuestra familia, nuestra comida, nuestro trabajo, nuestra nación. Que bueno es elevar nuestros ojos al cielo y bendecir lo que el Señor nos ha dado. Y eso es lo que Jesús estaba haciendo como principio de la gran bendición.
Ahora ordena a los discípulos que hicieran sentar a la gente sobre el césped y que los distribuyeran en grupos de cincuenta. Hecho esto les ordena que distribuyan el pan y los peces a cada uno. No solamente alcanzó para todos, sino que cada uno comió en abundancia y aún sobró doce cestas llenas. Esto si que fue un milagro.
Algunos comentaristas dicen que lo que en realidad sucedió es que Jesús provocó en los presentes una actitud de compartir tal que cada uno puso de lo que tenía. Si esto fuera así no desmerecería para nada el milagro, pues no hay milagro mayor que el que saque de nuestro corazón todo resquicio de egoísmo y nos dispongamos a compartir lo que tenemos. Esto abriría las puertas al mayor milagro y al más deseado, que nuestro corazón cambie y seamos transformados por Jesús.
Pero el Señor es el Señor de todo lo creado, por eso el puede también multiplicar lo que tenemos. Solo debemos dejarlo en sus manos y esperar en El. Como lo hicieron los discípulos, así debemos hacerlo nosotros.
Si tenemos poco, si confiamos en el Señor el hará que no nos falte y aún más, que sobreabunde, porque El es el Señor de los milagros.
Y El lo hará como respuesta a nuestra fe y confianza en El. Estemos donde estemos, y cualquiera sea nuestra situación, El hará por nosotros lo mismo que hizo en ese desierto.
Nuestro pan no escaseará, nuestros dones aumentarán, nuestra vida florecerá aunque estemos en el desierto más árido de nuestra vida. Allí, precisamente allí, El nos sorprenderá con un milagro, que cambiará nuestra vida.
Reflexión: posible para dividir?
En el evangelio de Juan Cáp. 6 V 14 dice: “Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.” Y En el 15 dice: “Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de El y hacerle rey, volvió a retirarse al monte El solo.”
Que actitud de mezquindad hay en el corazón del hombre cuando una gran persona hace algo bueno por nosotros. Queremos que esa persona se ponga a nuestra disposición y haga lo que nosotros queremos, sin medir las consecuencias de esa actitud.
Querían que Jesús fuese rey. Se dieron cuenta que era una persona con poder y que venía de la mano de Dios. Por eso lo quisieron tomar. En sus mentes solo podían concebir un rey con poder para los fines de éste mundo.
Pero Jesús lo supo sin que se lo dijeran y se fue al monte solo. El conoce la actitud de nuestro corazón y nuestros pensamientos, sabe que es lo que estamos pensando de El.
Siempre existe en el hombre la tendencia a usar a los demás para sus propios intereses. En el caso de Jesús queremos que el esté dispuesto según nuestras apetencias. Hay quienes quisiéramos verlo como rey poderoso destruyendo a nuestros enemigos; hay quienes lo usamos como señor de los poderes económicos; hay quienes pensamos en el como aquel que puede satisfacer sus ansias de poder….etc.
Pero solo hay un lugar en el que Jesús quiere entronizarse, y ese lugar es el corazón de cada hombre. El quiere ser rey y señor de nuestras vidas. Y solo lo será si nosotros lo aceptamos y dejamos que nuestras vidas sean gobernadas por EL.
Su reino no es de éste mundo, pero El quiere que esté en éste mundo. Es el reino de Dios. El vino a proclamarlo y establecerlo. Llamó a hombres como vos y yo que estemos dispuestos a seguirlo y tomar nuestra cruz como El tomo la suya.
Ese reino es el reino del amor verdadero que solo Jesús puede darnos. Solo con El podemos extender ese reino por este mundo. Y en ese reino podemos encontrar nuestra plena realización como personas. Solo tenemos que acercarnos a Jesús con lo que somos y tenemos. El multiplicará lo que tenemos y somos para su gloria y alegría nuestra.
Solo necesita nuestras manos. ¿Estamos dispuestos a dárselas?
“ YO HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA Y LA TENGAN EN ABUNDANCIA” Juan 10:10
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