INVERNADERO

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SUEÑOS QUE AL DESPERTAR SON UNA REALIDAD

miércoles, 14 de diciembre de 2011

El Poder De Sus Actitudes

Autor: Leslie Parrott

El Dr. Leslie Parrott, en este libro nos muestra con un amplio conocimiento de la naturaleza humana y basado únicamente en La Biblia, el poder que tienen nuestras actitudes frente a la vida que nos toca vivir, cuyo resultado dependerá de lo positivo o lo negativo de las misma; para tener una vida de buenos frutos o malos frutos, todo depende de la fuente en la que bebamos cada día.

 El autor hace énfasis en la relación que tengamos con Dios, Nuestro Señor Jesucristo y la obra santificadora del Espíritu Santo.
Con seriedad, analiza los problemas sicológicos, los problemas del alma, como son: (los afectos, las emociones, los sentimientos, decisiones). Los problemas físicos como las enfermedades de todo tipo) como consecuencia de las malas actitudes, ya sea por la manera de conducirnos o por el daño causado por otra persona.

Unos de los temas principales es el perdón de los pecados, el sufrimiento y con que actitudes lo enfrentaremos; las tentaciones, los traumas, las enfermedades sicosomáticas, etc.
.El Dr. es muy claro en uno de los capítulos claves de este libro cuando escribe sobre La Terapia Divina. (El Altar).

Podemos decir que en este libro, cada capítulo  forma parte de un engranaje que va desde lo individual a lo general; entonces vemos esa maquinaria que forma la sociedad en la que se desarrolla la vida y por la que Cristo murió para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.

Es interesante como desarrolla cada tema, porque abarca, al individuo, la mujer , el hombre, el matrimonio, los hijos, mayordomía del dinero, el tiempo, la adolescencia, la bondad, la vida del santificado, como enfrentar las críticas, los atroces resultados del resentimiento.
Otro capítulo que es revelador de un tema que yace bajo un manto, dentro de la iglesia: es el secularismo.
Un libro  escrito en lenguaje sencillo, capítulos breves y concisos, porque van directo al centro del hombre(es la relación con Dios, Nuestro Señor  Jesucristo y El Espíritu Santo).
Un libro para ser leído por todo cristiano que quiere conocerse, y  saber que poder tienen sus actitudes cuando actuamos como Dios quiere.





 Comentario: Mirta Barolo de Acuña





lunes, 5 de diciembre de 2011

Milagro En El Desierto


Lucas 9:10-17
INTRODUCCIÓN

B

etsaida, era un lugar o una ciudad situada en la desembocadura del río Jordán al norte del lago llamado Mar de Galilea.
 Su nombre significa casa de pesca. Sus alrededores eran lugares desérticos adonde Jesús y sus discípulos se dirigieron después de su primera experiencia evangelística. El evangelio de Lucas nos dice en Cáp. 9 v 10-17, como Jesús alimentó en ese lugar a cinco mil personas, después que los apóstoles regresaran de su viaje evangelístico y se reunieran con Jesús para contarle todo lo que habían experimentado
.
 Seguramente Jesús, según lo consigna el evangelio, se retiró con los discípulos ya sea para analizar cada experiencia vivida por los mismos, o para profundizar esas experiencias a la luz de las enseñanzas del maestro.

 O tal vez para retirarse a descansar después de sus viajes por cada comarca de las cercanías de Galilea.

El hecho concreto es que la multitud al darse cuenta de la ausencia de Jesús lo siguió hasta donde estaba con sus discípulos.

 Uno puede darse cuenta de dos cosas hasta aquí.

v  Por un lado la gran necesidad de la gente por ser sanados, liberados, guiados, por Jesús. De escuchar sus palabras, de sentir su toque sanador y liberador.

v  Por otro lado, la necesidad de Jesús de retirarse al desierto, lugar de sus más profundas experiencias espirituales.



 La necesidad que todos los grandes hombres tienen de la soledad, después de jornadas agotadoras, donde sus esfuerzos y sus luchas dejan un cansancio que reclama el silencio y la quietud.

    Cualquiera de nosotros en su sano juicio dispondría una agenda que incluya el descanso y el sosiego, quizás hasta con una hotelería cómoda y confortable, donde nadie interrumpa  y se nos deje tranquilo para preparar nuestros importantes asuntos. (Que nadie nos interrumpa, que nadie nos moleste).

El versículo 11 dice:
 “Y cuando la gente lo supo, le siguió; y El les recibió y les hablaba
del Reino de Dios y sanaba a los que necesitaban ser curados…”

La multitud lo supo y le siguió. Esta es una actitud que nos invita a ver cual es  nuestra conducta frente a Jesús en éste tiempo. El siempre está pasando por nuestra vida, El siempre está confrontándonos con nuestras necesidades más profundas.

 El siempre está presente en nuestra vida cotidiana, cuando alguien nos habla de Dios, de su palabra, de su mensaje, y sin embargo no siempre estamos dispuestos a buscarlo y seguirlo aun hasta el mismo desierto, hasta el límite mismo de muestras costumbres o cultura, dejando de lado nuestras comodidades, nuestros prejuicios, o aún el temor al que dirán y buscarlo, de ésta manera, con todo nuestro ser y toda nuestra alma. Es de esa forma que podemos producir en Dios esa respuesta que estamos necesitando
.
Y El les recibió…Jesús aunque se había distanciado de ellos para estar a solas con sus discípulos los vio y se conmovió y los recibió. Hay algo que tenemos que saber que ese Jesús que estaba en el desierto, ese Jesús que recibió a esa multitud, es el mismo que
ahora también está dispuesto a recibirnos, a hablarnos del reino de Dios, a sanarnos de todas nuestras enfermedades y colmar todas nuestras expectativas. Es el mismo ayer, hoy y siempre, amén.

En el versículo 12 los discípulos muestran una realidad. La gente y ellos estaban en el desierto. Si bien Lucas solo menciona la palabra desierto, los otros evangelistas,  hablan de un lugar desierto, pero donde había hierba fresca y verde.Mat: 14:13 “a un lugar desierto y apartado….v19 mandó a la gente a recostarse sobre la hierba.” Mar: 8:6 “entonces mando a la multitud que se recostase  en tierra.” Juan: 6:10 “y había mucha hierba en aquel lugar y se recostaron…”. No obstante verdaderamente era un desierto, despoblado y alejado de las ciudades, con todo lo que ello significa. El desierto es soledad, ausencia de lo más elemental para vivir. Puede ser un lugar indicado para un momento espiritual, un retiro momentáneo, o un camino inevitable. Pero hay desiertos que no son de arena y piedra, sino desiertos espirituales, existenciales. Y suelen ser los más áridos. Como este desierto, que si bien tenía hierba, era un lugar deshabitado, y solitario.

(Esos desiertos van con uno, muchas veces en medio de una multitud,  de nuestras familias o nuestro entorno). Tiene que ver con el sentirnos incomprendidos, rechazados, marginados, por nuestra manera de ser, de hablar, de pensar. Por nuestros pecados, que algunos no saben perdonar, por nuestra vida pasada que algunos no quieren olvidar, por tantas otras cosas que hacen que otros nos aíslen. (Ese desierto es el más doloroso y triste).

 Quiero decirte algo; Jesús está en nuestro desierto esperándonos, junto a otros, que como nosotros sintieron, esa soledad, y frialdad de una sociedad alienada y endurecida por la falta de amor. Por eso ese camino, Dios no quiere que lo hagamos solo. Aquí viene una multitud deseosa de tener un encuentro con el Señor, hombres y mujeres que buscan a Jesús para que los sane y los guíe a una vida rozagante y plena. Esa es la Iglesia que Cristo quiere, un pueblo que anhela a Dios y que ÉL quiere bendecir.

 Unirnos a ellos es cuestión de una decisión, que tenemos que  tomar. Juntos y con Cristo podemos transformar el desierto más árido en un vergel donde nuestro corazón se llene del más dulce canto primaveral.
Para todo aquel que tiene a Cristo en el corazón la primavera es inevitable.
La iglesia de Cristo es perfecta, pues El siendo la cabeza de la misma, la perfecciona por los méritos de su sangre preciosa derramada en al cruz.
Pero la iglesia es imperfecta en su humanidad, pues está formada por seres humanos, como vos y yo, seres imperfectos, débiles, pero que buscamos la perfección de Cristo, que El nos da por medio de su Espíritu Santo.

Esa imperfección se hace notar en los sucesos que siguen a continuación.
El texto en cuestión nos muestra esa debilidad en los discípulos, frente a las necesidades de la gente. Como también nos muestra el poder y la misericordia de Jesús.
El versículo 13 nos relata la preocupación de los discípulos por las necesidades de la gente, pero esa preocupación encontraba en ellos la respuesta que seres humanos tan débiles como cualquiera de nosotros podía dar.

“Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.” Cáp.9 v: 13. VRV 1960

Pero aquí podemos ver como los discípulos trataban de resolver un problema que aparentemente solo podían hacerlo  con la lógica; que cada uno vaya a buscar esa comida y el alojamiento que necesitaban. Y para ello le dicen a Jesús que los despida.

Es posible pensar que los discípulos no querían acarrear con un problema, porque en realidad solo tenían comida para ellos y no podían satisfacer a la multitud.
Ahora Jesús los va a confrontar con la solución, pero no la que los discípulos pretendían sino la que Jesús les ordena: “Dadle vosotros de comer.”V 13.

 ¿Cómo es posible esta solución propuesta por Jesús, cuando tenían tan poco ellos mismos?
En este evangelio los discípulos le reprochan a Jesús, y le dicen que solo tenían cinco panes y dos peces o ¿pretendía que fueran ellos a comprar los alimentos?
Juan en su evangelio consigna que Jesús le preguntó a Felipe, uno de sus discípulos, “¿de dónde compraremos pan para que coman éstos?”

Muchas veces nos vamos a tener que enfrentar ante situaciones de la vida entre optar por nuestras soluciones, con nuestras limitaciones, nuestras debilidades, o mezquindades; u optar la que Dios nos propone a través de su palabra. El elegir entre una o la otra, es una opción nuestra, pero de esa elección depende el éxito de nuestros emprendimientos.
El Señor siempre va a estar dispuesto a ayudarnos, pero también va a respetar nuestra elección.
Ahora Jesús nos confronta con su propuesta, “Dadle de comer vosotros.”
De nuestra fe depende la respuesta.

En el evangelio de Juan, después que Jesús le hiciera la pregunta a Felipe, y obtuviera de éste una respuesta incierta, “todo el dinero que tenemos no alcanzaría para que cada uno coma algo”, aparece en escena Andrés, hermano de Pedro, que trae un muchacho: “que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; más ¿que es esto para tantos? C 6 V 9.
Este encuentro del niño por parte de Andrés tiene profundo significado.
En primer lugar podemos ver como Andrés lleva el niño a Jesús. Este es el comienzo de la solución. Cada vez que llevamos a alguien a Jesús, ya sea como parte de un problema, o una solución, o como parte de un plan evangelístico, estamos a la puerta de su respuesta, sea ésta para salvar a esa persona o como en este caso para bendecir a toda una multitud. El milagro estaba por comenzar.

Todo lo que había eran dos peces y cinco panes de cebada……eso era todo…cinco panes y dos peces….
Cuantas veces hemos hecho el recuento de todo lo que nos queda para seguir adelante y nos hemos encontrado con nuestra escasez, con nuestra pobreza, y eso es todo lo que tenemos….
Quizás sean nuestros recursos a la hora de comenzar un emprendimiento…cinco panes y dos peces. Quizás sea nuestra salud quebrada, nuestras fuerzas que no alcanzan…cinco panes y dos peces. Tal vez sean los pocos años que tenemos y quizás nuestra juventud parezca un inconveniente, o tal vez los muchos años que tengamos que nos digan ya no podemos….cinco panes y dos peces….o muchas otras limitaciones que no sabemos como superar, que nos inhiben y detienen.

Tal vez pensemos que nuestra capacidad no es lo suficiente para llevar adelante ese sueño de toda nuestra vida, o esa demanda que nos viene departe del Señor, y que pensamos que no es para nosotros….pensamos que lo que somos, o tenemos no alcanza….y entonces contamos y solo vemos…cinco panes y dos peces….
Entonces…es cuando Jesús habló y dijo: “Traédmelos acá…” Mat. 14:18.
Podemos imaginarnos por un momento la tensión, entre los discípulos y la gente. Pero en ese momento se escuchó la voz del Señor. “Traédmelos acá…”
Su voz debe haber resonado en el ámbito del desierto, con fuerza, potente, clara, vigorosa; pero dulce como la miel de las abejas silvestres de ese desierto, como el canto de un arroyo lejano y cristalino, como el arrullo de las palomas en el atardecer del verano.
Una voz que ordena con amor, y su orden es llamado, es invitación e inspira confianza. Por eso podemos entender porque los discípulos obedecieron y entregaron los cinco panes y los dos pececillos. Ahora todos los ojos estaban puestos en El. Todos aunque no sabían exactamente lo que iba a ocurrir, esperaban algo de Jesús, como espera el que sabe que de El va a llegar una respuesta.
Y la respuesta no se hizo esperar.

“Y tomando los cinco panes y los dos peces, levantando los ojos al cielo, los bendijo….” V 16
Oh, la bendición que tantas veces olvidamos en nuestra vida, como si no tuviéramos nada que agradecer a Dios. De El viene todo lo hermoso, lo bello que tiene esta vida. Y aunque a veces pasamos por momentos de dolor y angustia, sabemos que en ese momento El está a nuestro lado. Y El es el que nos ayuda, por su palabra, la oración de un hermano, o la ayuda de un amigo, que nunca nos faltará si en El confiamos. Pero que bueno es ser agradecidos y bendecir al Señor en todo momento. Bendecir nuestra familia, nuestra comida, nuestro trabajo, nuestra nación. Que bueno es elevar nuestros ojos al cielo y bendecir lo que el Señor nos ha dado. Y eso es lo que Jesús estaba haciendo como principio de la gran bendición.

Ahora ordena a los discípulos que hicieran sentar a la gente sobre el césped y que los distribuyeran en grupos de cincuenta. Hecho esto les ordena que distribuyan el pan y los peces a cada uno. No solamente alcanzó para todos, sino que cada uno comió en abundancia y aún sobró doce cestas llenas. Esto si que fue un milagro.

Algunos comentaristas dicen que lo que en realidad sucedió es que Jesús provocó en los presentes una actitud de compartir tal que cada uno puso de lo que tenía. Si esto fuera así no desmerecería para nada el milagro, pues no hay milagro mayor que el que saque de nuestro corazón todo resquicio de egoísmo y nos dispongamos a compartir lo que tenemos. Esto abriría las puertas al mayor milagro y al más deseado, que nuestro corazón cambie y seamos transformados por Jesús.
Pero el Señor es el Señor de todo lo creado, por eso el puede también multiplicar lo que tenemos. Solo debemos dejarlo en sus manos y esperar en El. Como lo hicieron los discípulos, así debemos hacerlo nosotros.
Si tenemos poco, si confiamos en el Señor el hará que no nos falte y aún más, que sobreabunde, porque El es el Señor de los milagros.
 Y El lo hará como respuesta a nuestra fe y confianza en El. Estemos donde estemos, y cualquiera sea nuestra situación, El hará por nosotros lo mismo que hizo en ese desierto.
Nuestro pan no escaseará, nuestros dones aumentarán, nuestra vida florecerá aunque estemos en el desierto más árido de nuestra vida. Allí, precisamente allí, El nos sorprenderá con un milagro, que cambiará nuestra vida.
Reflexión: posible para dividir?
En el evangelio de Juan Cáp. 6 V 14 dice: “Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.” Y En el 15 dice: “Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de El y hacerle rey, volvió a retirarse al monte El solo.”

Que actitud de mezquindad hay en el corazón del hombre cuando una gran persona hace algo bueno por nosotros. Queremos que esa persona se ponga a nuestra disposición y haga lo que nosotros queremos, sin medir las consecuencias  de esa actitud.
Querían que Jesús fuese rey. Se dieron cuenta que era una persona con poder y que venía de la mano de Dios. Por eso lo quisieron tomar. En sus mentes solo podían concebir un rey con poder para los fines de éste mundo.
Pero Jesús lo supo sin que se lo dijeran y se fue al monte solo. El conoce la actitud de nuestro corazón y nuestros pensamientos, sabe que es lo que estamos pensando de El.
Siempre existe en el hombre la tendencia a usar a los demás para sus propios intereses. En el caso de Jesús queremos que el esté dispuesto según nuestras apetencias. Hay quienes quisiéramos verlo como rey poderoso destruyendo a nuestros enemigos; hay quienes lo usamos como señor de los poderes económicos; hay quienes pensamos en el como aquel que puede satisfacer sus ansias de poder….etc.
Pero solo hay un lugar en el que Jesús quiere entronizarse, y ese lugar es el corazón de cada hombre. El quiere ser rey y señor de nuestras vidas. Y solo lo será si nosotros lo aceptamos y dejamos que nuestras vidas sean gobernadas por EL.

Su reino no es de éste mundo, pero El quiere que esté en éste mundo. Es el reino de Dios. El vino a proclamarlo y establecerlo. Llamó a hombres como vos y yo que estemos dispuestos a seguirlo y tomar nuestra cruz como El tomo la suya.
Ese reino es el reino del amor verdadero que solo Jesús puede darnos. Solo con El podemos extender ese reino por este mundo. Y en ese reino podemos encontrar nuestra plena realización como personas. Solo tenemos que acercarnos a Jesús con lo que somos y tenemos. El multiplicará lo que tenemos y somos para su gloria y alegría nuestra.
Solo necesita nuestras manos. ¿Estamos dispuestos a dárselas?

“ YO HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA Y LA TENGAN EN ABUNDANCIA” Juan 10:10
    


viernes, 2 de diciembre de 2011

Para ti mi Señor

Yo se que muchas veces te he fallado y se que muchas veces me esperaste.
(Y me seguís esperando).
 Que tu amor por mi no ha cambiado y que tus ojos llenos de amor están esperando una respuesta mía.

También se, mi Señor que sin tu ayuda no puedo responderte.
 Por eso mi amado Padre ¡Desde lo más profundo de mi alma! clamo a Ti
 y alzo mi voz para pedirte que hagas de mis debilidades tu fortaleza,
 de mis anhelos tus sueños, de mi mediocridad tu grandeza, de mi pobreza, tu riqueza, de mi vida, tu eternidad.

Señor toca mi vida, toca mi alma sedienta de ti,
 sacude mi ser con tu presencia viva y renuévame
 en la fuente eterna de tu Espíritu Santo.

Por tu misericordia, por tu amor, perdóname, límpiame con tu sangre preciosa.
Hazme un hombre nuevo, hecho a tu imagen para tu gloria.
Solamente te pido que todo mi ser te alabe y te bendiga para siempre.

Y esto te lo digo desde lo más profundo de mí ser.
 Tú sabes que es así.
 Por favor auxíliame y pon en mi ser una nueva canción,
 que alegre mi vida, la de mis seres queridos y
 la de todos aquellos que tu pongas en mi camino.
Basta de mi, Solo tu en mi. Amén  
  


Autor: Edelmiro

Derechos Reservados

miércoles, 30 de noviembre de 2011

UN MILAGRO EN EL CAMPO

Una noche…una noche, como todas las noches de verano, con muchos sonidos diseminados por el campo, por las calles de tierra, por las cunetas, que con un poco de agua reflejaban las titilantes estrellas, como si fueran luciérnagas nadando en ellas.

Una noche, como tantas, de ese verano caluroso, en que los hombres tardan en dormirse y hacen el recuento de sus actividades una y otra vez, mientras las horas con sus cansinos pasos van avanzando hacia la oscuridad y la penumbra que todo lo invade.

Una noche de esas estaban Don Alberto y el chino, conversando, arreglando todas sus cuentas, como hacían siempre que terminaban el reparto, después de un baño reparador.
Debajo de la galería que daba al patio, donde estaba el portón de calle, una luz mortecina los alumbraba, y cena de por medio, hacían sus cuentas, repasaban los hechos del día, y planeaban las actividades del día siguiente.

Fue en esas circunstancias que Don Alberto recordó que al día siguiente, por la mañana iba a usar el charret, por lo tanto iba a necesitar a la potranca, una de las yeguas con que contaban en la pequeña fábrica de soda, pero que solo usaban para uncirla ha dicho charret. Y fue entonces que me miraron, como diciéndome: “tené todo preparado”.

Yo era un peón de esa pequeña empresa. Apenas contaba con trece o catorce años, pero me sentía muy responsable de mi trabajo. Apenas ganaba lo necesario para mis pequeños gastos pero me gustaba, y me sentía bien haciendo lo que hacia.

Uno de mis quehaceres era encargarme de los animales, darle agua, de comer y encerrarlos para que a la mañana los tuvieran a mano para atarlos al carro.
 Estaba atento a la conversación de los hombres, así que cuando mencionaron a la potranca, mi sentido de la responsabilidad me conmovió y recordé que la había soltado un rato….y me había olvidado de encerrarla…Cuando les comenté mi olvido sin más ni más me ordenaron que fuera a buscarla. Ellos confiaban en que la potranca no se había ido muy lejos…y yo también.

A pesar que ya era entrada la noche salí a la calle y comencé a recorrer los caminos y sus alrededores.La noche me fue metiendo en sus entrañas, me fue rodeando con sus tinieblas y mis miedos. El croar de las ranas me acompañaban, y el susurro del viento entre las ramas de los altos álamos me envolvían y seguían, mientras iba internándome campo adentro, noche adentro.

Don Alberto y el chino, seguramente, confiados en que yo encontraría esa yegua, se fueron a dormir, como lo hacen todos los hombres de pueblos tranquilos, donde jamás pasa nada, donde se puede dormir con las puertas abiertas y el sueño viene con el silencio de las noches pueblerinas, apenas cortado por el rugir lejano del tren y el ladrido de los perros.

Pero yo, sumergiéndome más y más en los campos oscuros, no lograba encontrar a la potranca. El hecho es que con el avance de las horas y la distancia, un sentido de inseguridad se fue apoderando de todo mí ser. La noche se fue haciendo más noche, más tenebrosa. El silencio se hizo más abrumador, todos los ruidos  se fueron aumentando, conforme aumentaba mi inseguridad.La silueta de los árboles se hicieron fantasmagóricos, y el susurrar del viento entre el follaje ya no me acompañaban, me inquietaban.
En medio de todo este campo, de toda esta oscuridad, estaba yo. Rodeado por la inmensidad, la soledad, y hacia arriba la eterna, gigante bóveda del cielo que como nunca dejaban ver la brillantez de sus estrellas. En los alrededores las luces amarillentas de alguna esquina lejana, se hacían más pequeñas y agrandaban la escena. Y la potranca no aparecía.

Entonces, cuando ya el cansancio y el miedo se estaban apoderando de mí, y la angustia iba ganando terreno, en medio de la noche y del campo elevé mis ojos al cielo y musité una oración. Al comenzar a hacerlo mis pensamientos me llevaron al recuerdo de mi madre fallecida pero que yo creía que estaba en algún lado de ese cielo.

Miré las profundidades celestes y a medida que lo hacía me inclinaba tembloroso en el campo. Sabía que ella me escucharía. Pero a su vez una sensación de la presencia de Dios fue llenando todo mi ser y entonces el foco de mi pedido se dirigió a El. Le pedí por la ayuda que necesitaba para encontrar el animal, para volver a la fábrica con ella y acostarme a descansar. En  medio del campo y rodeado por algunos altos cardos, rendido ante Dios y el recuerdo de mi madre, mi oración se hizo un canto de esperanza, que se elevaba desde ese lugar para llegar a los pies mismos de Dios.

En esa situación me encontraba, cuando escuché un ruido. Me sobresalté y quedé por unos momentos paralizado. Me incorporé lentamente y tembloroso trataba de indagar y ver. Pero por un momento nada volvía a escucharse. A pesar de mi oración la sensación de angustia aumentaba. Cuando volví a escuchar otra vez un ruido entre los pastos.

 Presté atención hacia el lugar de donde venía y en medio de la oscuridad solo percibí una pequeña mancha blanca que avanzaba hacia  mí. A medida que avanzaba descubrí dos brillos que también venían hacia mí. Estaba aterrorizado…hasta que escuche un resoplido que me resultó familiar….entonces la nombré, petisa  y ella me contestó con otro resoplido…¡era la potranca!.

El animal tenía una mancha blanca en la frente, y sus dos ojos reflejaron el brillo de la noche a pesar de la oscuridad que todo lo inundaba. La abracé y con una pequeña soga que había traído, atándosela alrededor del cuello, pude hacerme del animal.Esta sin resistirse para nada, y con gran mansedumbre, se dejó atar. Juntos emprendimos el camino de regreso a la fábrica.

La noche había cambiado para mí. Ahora regresaba con una canción en mi alma.
El viento suave, embolsaba mi camisa, y mi pelo jugaba con el aire fresco que corría por el campo. La potranca tirada por mi, no ofrecía ninguna resistencia, como si estuviera contenta de que la hubiese encontrado. Ahora nos acercábamos a los álamos altos que bordeaban el camino que nos conducía a los corrales y ya no eran fantasmagóricos, ahora eran abanicos sonoros que nos saludaban con el susurro del viento entre sus hojas.

Dejé a la yegua en el corral y me dirigí a mi dormitorio. Todo estaba en calma. Los hombres dormían su sueño más profundo en la tranquilidad de esa noche de verano.
El cansancio me llevó a mi lecho y una vez acostado recordé lo sucedido. Un sereno sueño se fue apoderando de todo mí ser. Y mientras llegaba el sueño un sentido de gratitud a Dios se hizo fuerte en mí. El recuerdo de mi madre y la presencia de Dios
se hicieron tan real que invadió todo mi cuarto y una profunda paz llenó mi alma.
Rodeado por el canto de la noche en el campo me quedé dormido. 

















Autor: Juan Edelmiro Acuña


Derechos Reservados

          

martes, 29 de noviembre de 2011

TUS OJOS EN LA VENTANA


Este cuadro tiene una historia.

Esos ojos buscaban el alma con la que Dios haría una alianza Sin final.



Autor: Edelmiro

Derechos reservados: Autor: Edelmiro


HERMOSO RECUERDO DE LA NEVADA EN NUESTRA CASA.

9-7-2007

viernes, 25 de noviembre de 2011

creación

¡Oh Señor……cuánta belleza !
Mi corazón estalla de emoción frente a este camino. Miro estos troncos esbeltos, blancos y lanzados hacia el cielo. Miro esa corona verde de sus copas, pigmentados de sol, de luz, donde se entrelazan las altas ramas, como buscándose uno a otro en las alturas. Y al bajar la vista descubro este sendero radiante sembrado de flores amarillas, alegres, dichosas de estar en el suelo y sin embargo ser  camino, alfombra, tapiz vegetal.
¡Oh mi Señor…..
Cuánto deseo que esta belleza que deslumbran mis ojos y encienden mis sentidos, afloren en mí ser!
Como esos troncos elevarme hacia ti Padre mío y buscar el cielo asiento de tu morada, para ser coronado de ese verde lleno de luz, de la esperanza que solo tu puedes sembrar en mi corazón.
Ser  como esas flores diminutas que centellean su esplendor tan solo con recibir un poco de luz, agua de tu cielo, el beso de las aves y el rocío de la mañana.
¡Oh! pon esa belleza simple en mi vida para ser bendición a otros, para alegrar al triste con tu palabra, para llevar tu alivio al corazón cargado y dar esperanza al afligido
¡Oh Señor…amado mío úsame y transforma mi vida con el esplendor de tu Palabra!.
Pero Señor haz esa obra primero en mí.

Juan Edelmiro Acuña.